La utopía ha constituido un
rasgo del presente, del pasado, e inevitablemente, lo constituirá en el futuro.
La discordia constante en la que se ha encontrado siempre sumido el individuo
frente a la sociedad ha provocado que estos mismos individuos idealizasen
mundos prioritarios para establecer las características que deben regir sobre
toda sociedad próspera, como la felicidad, la paz, el orden, y un largo etcétera.
Mientras, por otro lado, las revoluciones se han encargado de, en cierta
medida, dar paso a una realidad material cercana a ese planteamiento de
sociedad utópica propuesta por el individuo, o un conjunto de individuos que formaban
un mismo sistema utópico. Existen varias razones que diferencian claramente la
utopía de la revolución. La principal diferencia que se debe establecer (bajo
mi criterio subjetivo), entre utopía y revolución, es que, mientras la utopía
conforma un pensamiento idealista y lejano de la realidad, que de forma directa
no pretende realizar un análisis comparativo con la imperante existencia
material que rodea a la sociedad, la revolución se encarga de precisamente,
ejercer de forma organizada un movimiento que se oponga al orden establecido y
de paso al cambio presupuesto por el idealismo utópico. Es decir, la utopía es
un pensamiento arraigado en la mente, un planteamiento alimentado por la
indignación, por el "cómo deben ser las cosas", cuestiones que son
fabricadas en cierto modo por la sensibilidad perceptiva del ser, y por lo
tanto, constituye un puro idealismo, un concepto inmóvil. Mientras que la
revolución es una serie de brazos que se articulan para llegar al objetivo, es
decir, es el proyecto llevado a cabo de forma organizada, ya sea de forma
violenta o de forma pacífica, rompiendo el orden establecido para establecer
posteriormente el modelo supuesto. En pocas palabras, la revolución es un
concepto móvil.
Pero ¿es
hoy en día posible la utopía?, o más bien vuelvo a formular la pregunta: ¿tienen
sentido hoy en día las utopías? .Sin duda las utopías han tenido sentido, lo
tienen, e inevitablemente lo tendrán de aquí a mil y dos mil años.
Principalmente porque la utopía supone el motor de la pasión humana, canalizada
en la visualización de un mundo mejor, un mundo feliz. Forma parte de nuestro
espíritu, de nuestra cosmovisión acerca no solo de cómo vemos este mundo, ya
que si el individuo sostiene un pensamiento utópico, es porque primordialmente,
lo que actualmente le rodea es absoluta putrefacción, es humo que le entra por
los pulmones y encharca el corazón. Y este individuo necesita pensar que el
mundo, la sociedad en general en la que se encuentra sumergido debe cambiar. Es
una pura cuestión existencialista. Sin cuestionamiento de la existencia, no
existe planteamiento de la utopía. ¿Tiene sentido hoy en día la revolución?
Esta es una pregunta que inevitablemente se contrae hacia sí misma en pos de
las tantas ideologías que rodean nuestra sociedad. El "sentido" de
las revoluciones siempre se encuentra en el grado de deterioro intrínseco de las estructuras y superestructuras sociales.
Si nos encontramos en un sistema derruido, corrupto, insostenible y tirano,
entonces la revolución siempre tiene sentido. Como bien dijo Pedro Albizu
Campos, cuando la tiranía es ley, la revolución es orden. Entonces, ahí es
cuando cobra sentido. Sin embargo, no siempre la revolución tiene sentido,
debido a que cuando la llamada correlación de fuerzas (el balance de poder
entre distintos grupos, balance que surge de las capacidades económicas,
organizativas, morales y técnicas que cada uno posee y puede movilizar para la
acción política), no se ha desarrollado en su máxima profundidad, no podrá
darse inicio a la propia revolución, y esto tan solo se da en países donde esto
se encuentre profundamente desarrollado. Esta teoría y su desarrollo puede
verse quizás no expuesto por una de las cuestiones que abarca Antonio Gramsci
en su pensamiento filosófico y sociológico, como lo es la hegemonía cultural. Es
decir, los tres enclaves para sostener el poder de la cultura y por ende, de la
sociedad, como lo son la educación, la religión y los medios de comunicación,
para precisamente prevenir cualquier tipo de indicio de actividad
revolucionaria. Esta pregunta también puede ser respondida de diversas maneras
tanto por posiciones más conformes como disconformes. Un reaccionario posiblemente
responderá que una revolución no es necesaria, sin embargo, un ferviente
revolucionario, sostendrá que sin duda lo es. La utopía puede ser visualizada
hoy en día como un cambio en el eje de construcción y funcionamiento del “status
quo” imperante no solo a nivel nacional, sino también a nivel europeo y a nivel
mundial. Puesto que vivimos en un mundo en proceso de globalización absoluta, y
creo que aún estamos en un proceso de
dominio global puesto que aún existen conflictos por la hegemonía del poder a
nivel mundial entre tres grandes potencias que ya conocemos (EEUU, Rusia y
China), que sin embargo responden a intereses comunes en base al mismo
planteamiento de un sistema económico, es decir, el del capitalismo. Y sin duda
esta oleada de la interconexión neoliberal a nivel mundial está atizando
duramente a los pueblos del mundo, instaurando una dictadura del mercado, un
sistema en el que aparentemente vivimos en democracia, y en el que sin embargo,
la élite se desentiende del pueblo, y éste (el pueblo) se ve incapaz de hacer
nada frente a todos estos organismos que moldean la economía en base a sus
propios intereses, y me refiero a organismos como el FMI, el BCE, el IBEX35,
ICBC etc… Son estos grandes organismos los que no están democratizados, sobre
los que el pueblo no puede decidir ni a los organismos les importa lo que el
pueblo piense respecto de los actos del propio organismo. Puesto que la
economía es la base de todo bienestar social y prosperidad, la utopía hoy es
cambiar de sistema, dar una vuelta absoluta de las normas imperantes a nivel
económico y por ende, a nivel social en nuestro mundo. La revolución debe ser
hoy el cambio en cuanto a la naturaleza de este tipo de organismos,
destruyéndolos y creando nuevas vías de una conexión global, no basadas en un
sistema voraz como el actual.
Y ¿es la utopía un rasgo esencial de
la naturaleza humana? Sin duda esta pregunta nos golpea como un martillo la
cabeza y nos hace cuestionar no sólo ya concretamente el propio significado de
utopía, sino que nos incita a retomar el pasado histórico y desde ahí, poder
sacar una conclusión (intentando que sea clara). Existen muchas visiones de
diversos autores acerca de cómo ha sido la historia a lo largo de todo su
transcurso, de cómo ésta se ha desarrollado. Desde posturas tan diversas como
la de Vilfredo Pareto, Karl Marx o Friedrich Hegel. De acuerdo a Pareto,
cuando la élite en el poder se cierra frente a la nueva élite que surge de la
masa, transformándose en una aristocracia, esto lleva a la decadencia y el
colapso, que necesitan y conducen a su sustitución, lo que puede suceder
gradualmente o a través de una revolución. Se resume su pensamiento básicamente
en algo así como: "La historia es un cementerio de aristocracias".
Para Marx (y para Engels) la historia no es más que la sucesión constante de un
motor funcional en base a una serie de opresores que tienen subordinados a otra
serie de oprimidos, en concreto, la mayoría es la oprimida y la minoría, la
opresora. El curso de esta historia debe acabar y dar paso a la sociedad ideal,
es decir, la sociedad sin clases, sin oprimidos ni opresores. Para Hegel, La historia es
el relato del desarrollo de la libertad humana, el último momento en que se
desarrolla el espíritu y el momento en que la idea toma conciencia de sí misma.
Vemos cómo las visiones históricas que conforman pensamientos tanto idealistas
como revolucionarios (ya sean de talante fascista, como en el caso de Pareto, o
comunista en el caso de Marx) se contradicen y se enfrentan. Sin embargo, estas
visiones conforman un rasgo prácticamente natural e intrínseco del ser humano,
la búsqueda de un mundo mejor, mediante el puro idealismo (como planteamientos
de Tomás Moro en su novela “Utopía”, o Huxley en “La Isla”) o mediante el
planteamiento revolucionario (como Marx y Engels, con el comunismo, Pareto y
Mussolini con el fascismo, Bakunin y Kropotkin con el anarquismo etc…). Sin
duda la utopía de unos puede suponer la distopía de otros, puesto que las
mismas concepciones de los individuos inevitablemente e históricamente han
chocado, confrontando intereses de forma súbita (ya sean intereses colectivos,
o ya sean intereses individuales. Sin embargo, el ser humano puede sostener
diversas opciones, que pueden o no ser cualquiera de las que mencioné, siendo
así el propio deseo de la utopía y luchar por pequeños cambios, el conformismo,
el “tomar partido” de forma justa y necesaria para cambiar el mundo en su
posibilidad, o abocar toda una pasión sobre el cambio del mundo en toda su
amplitud, el cambio revolucionario que dará paso a un nuevo mundo, como en la
historia y su realidad histórica refleja. Evidentemente, la utopía y la
revolución sostienen un rasgo homogéneo, y ese es, sin duda, el cuestionamiento
de nuestro mundo, de lo que se nos presenta ante nuestros ojos como verdad
absoluta, y nosotros tratamos de evidenciarlo, o por lo contrario, tratar de
ponerlo en duda. Esa sea quizás, el rasgo más importante en todo este asunto,
el cuestionamiento de lo imperante, la filosofía como clave de todo cuestionamiento
tanto objetivo, tanto como subjetivo. Y de todos modos, aún suelto la duda en
el aire, tras sacar conclusiones pero no caer en ninguna, ¿debemos vivir de la
utopía, o luchar por una revolución que suponga las bases de un nuevo mundo?
relativamente tu articulo es muy consiso e sincero admiro tu manera de plantear este tipo de temas mas siendo un joven. lo ley esta bastante estructurado y en cierto punto ciertamente real
ResponderEliminarque tal te escribe jose el chico de LIIC