Es creído por miles de millones de personas que es
un hecho real la existencia de “Dios".
Este Dios representa la creación de la existencia
y, por ende, del universo, por lo que es superior a la misma realidad.
Para poder crear la realidad y estar por encima de
las leyes de la física, Dios debe ser omnipotente, tal y como lo presentan sus
defensores. Podemos presentar las siguientes características de un ser
omnipotente:
1- Ha de saberlo todo, pues si no posee el
conocimiento de todo lo real (que él mismo ha creado) dejaría de ser
omnipotente, pues no habría sido creado por él.
2- Para ser omnipotente, se debe tener la capacidad
para hacerlo todo, situándose así por encima de las dimensiones.
3- No puede ser bueno ni malo, ya que, al crear el
bien y el mal, tiene en sí ambas partes y no se puede limitar a una sola, pues
dejaría de ser omnipotente. Por esta razón, Dios no podría ser al mismo tiempo
bueno y todopoderoso.
En referencia a la segunda característica de un
Dios omnipotente, recalcamos que debería ser capaz de hacerlo absolutamente
todo, sin ninguna limitación, pues él es el creador de todo. Podemos refutar
este planteamiento con una paradoja: ¿Sería capaz Dios de crear un objeto que
no pudiese destruir? En ambos lados se plantearía una imposibilidad para Dios,
por lo que la omnipotencia sería, tanto física como filosóficamente, imposible.
Más allá de este razonamiento, podemos contraponer
a Dios con la física, que forma parte de su creación; según los principios de
la omnipotencia, Dios sería capaz de sumar una unidad (sin mayor profundidad),
con otra unidad exactamente igual que la anterior, y obtener como resultado 3
unidades, 4, 5, 6... y así infinitamente. Esto, a ojos de la realidad, es
imposible.
Hagamos referencia ahora a la primera
característica de la omnipotencia: el ser omnipotente ha de conocerlo todo.
Para conocerlo todo, se tiene que conocer pues, el
pasado, el presente, y el futuro. Esto supone un problema: al conocer el
futuro, se sobreentiende la existencia del mismo. Si Dios siempre conoce el
futuro, sus acciones estarían siempre limitadas por el destino, por lo que dejaría
de tener libre albedrío, y como consecuencia, no sería omnipotente. Como
aclaración a esta última reflexión, expongamos que para tener libre albedrío se
debe actuar conforme al tiempo presente, puesto que si se conoce el futuro se
deja de tener libre albedrío y se pierde la omnipotencia.
Veámoslo con un ejemplo:
Si alguien hiciese una plegaria a Dios pidiendo
cambiar un evento presente, pero relacionado con el pasado y Dios le prestase
atención, las leyes de la física cambiarían para responder la plegaria. Y
entonces el mundo sería distinto, y la plegaria jamás hubiese existido. Además
de que Dios, en su omnipotencia, sabría que la persona haría esa plegaria y se
adelantaría, y cambiaría las cosas sin necesidad de la plegaria.
Habiendo analizado estas contradicciones,
recurriremos a un análisis filosófico sobre la relación espíritu-materia.
Para defender la posición de Dios, habría que tomar
una postura idealista en el análisis de la realidad, y por ello defender que es
el espíritu el que crea la materia, y no al revés. Por ello, podemos deducir
que Dios, un ser superior a la materia, creó la materia.
Sin embargo, este razonamiento idealista aplicado a
la realidad lleva a deducir que nuestro pensamiento crea la materia, tal y como
defendía Berkeley. Simplificando; nada existe más allá de nuestro pensamiento.
Quedó ya demostrado que la materia existe con independencia de la mente humana,
tanto por la filosofía materialista como por la ciencia.
La ciencia respalda plenamente el análisis
materialista. No son nuestras ideas las que crean las cosas, sino que son las
cosas las que crean nuestras ideas. Tras destacar esta idea, deducimos que es
nuestro cerebro el que crea el pensamiento, a diferencia de lo que defienden
los idealistas. Si creemos que podemos utilizar una manzana para volar, y al
intentarlo fracasamos, probamos que las cualidades de la manzana son
independientes a nuestro pensamiento. Por el contrario, si pensamos que la
manzana será útil para comer, y al probarlo se corresponde con la realidad,
llegamos a una clara conclusión: las cualidades de la manzana son
independientes a nuestro pensamiento y, por tanto, la manzana existe fuera del
mismo. Esto argumenta nuestra posición: es la materia la que crea el
pensamiento. Aplicado a la realidad, podemos decir que el cerebro crea el
pensamiento, y no al revés. Al ser Dios un ser supramaterial y entrar en
contraposición con los principios de la física y de la materia, podemos
plantearnos la siguiente cuestión: ¿Es el hombre una creación de Dios, o es
Dios una creación del hombre?
Para responder a esta cuestión, vemos en el origen
de la creencia en Dios la necesidad de dar respuesta a un fenómeno natural: la
vida y la muerte. También se recurrió a una respuesta sin bases materiales para
explicar el origen de la lluvia y del universo en la filosofía antigua, y
acabaron siendo refutadas posteriormente por la filosofía y la ciencia, ya que
dichas explicaciones entraban en contraposición con la realidad material, como
lo hace la idea de la omnipotencia y, como consecuencia, de Dios.
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